Artículo publicado en El Salmón Contracorriente el 8/09/2016
Uno de los grandes problemas al que nos enfrentamos en la sociedad actual es el de los residuos. El sistema de producción y consumo en el que estamos inmersos genera una cantidad ingente de residuos que deben ser retirados de la circulación y gestionados. Ello es todo un reto para las administraciones locales que obviamente han optado mayoritariamente por las soluciones más rápidas y baratas, el vertido y la incineración. Ninguna de las dos opciones sin embargo es sostenible social o medioambientalmente. Por ello, las sociedades avanzadas han venido desarrollando legislación y tecnología para aplicar de manera creciente la jerarquía de las tres R: reducir, reutilizar y reciclar.
A estas alturas todo el mundo comprende que reciclar materiales es bueno para la economía y el medio ambiente. Y sin embargo, todavía el margen de mejora es enorme. No ya en el papel o el vidrio, a los que va sistemáticamente asociada la imagen del reciclado. Sino en todo tipo de materiales, metales, madera, plásticos, y también los residuos de construcción y demolición (RCD), los escombros que pululan por doquier en vertidos incontrolados por todo el territorio con los que se pueden fabricar nuevos materiales de construcción.
La reutilización también es fácil de comprender y de hecho se practica en una gran cantidad de bienes de consumo. Es lo que hacemos cuando regalamos a familiares o amigos algo que aún funciona pero que no queremos, la ropa usada, los libros viejos, etc. Sin embargo los rastros y mercados de pulgas han ido perdiendo peso en el comercio de las ciudades, y estamos desaprovechando muchas oportunidades para el intercambio de productos de segunda mano que podrían tener una segunda vida útil si por ejemplo organizáramos los “puntos limpios” de otra manera.
Pero en todo caso, la reducción de la cantidad de residuos es la gran asignatura pendiente. Y es lógico, porque para ello necesitamos cambiar las reglas de producción, consumo y gestión de los residuos para transitar hacia un modelo de economía circular del que en España todavía estamos muy alejados. Precisamente por eso son importantes eventos como la Universidad Verde organizada por la Fundación EQUO y la Green European Foundation que este año está dedicada a la economía circular y el necesario cambio de modelo.
La economía circular pretende cerrar el ciclo de vida de los productos. Es decir, frente al clásico sistema económico lineal en el que vivimos de producir, usar y tirar, donde las materias primas necesarias para fabricar los bienes de consumo son extraídas continuamente de la naturaleza, se pretende evolucionar a un sistema donde el desperdicio de materiales sea mínimo y el reciclaje máximo. De esta manera los bienes de consumo se diseñan pensando en el reciclaje posterior de sus componentes, que deben ser recogidos, reciclados y reutilizados de nuevo en el proceso de fabricación, en un sistema circular que imita a la naturaleza. En esta concepción de la economía es muy importante que además los productos sean duraderos y reparables, de forma que exista un mercado para los recambios y las reparaciones, y una vez terminada su vida útil sean desmontados y sus componentes reutilizados en otros procesos de fabricación. El objetivo es que la fracción resto de los residuos (aquello que ya no se puede reutilizar ni reciclar) quede disminuida al mínimo posible, aproximándonos así a ese ideal de “residuos cero”. El proceso además de materias primas ahorra energía y agua, y en consecuencia reduce el impacto ambiental mucho más allá de la gestión de los residuos.
Este modelo además genera muchos empleos. Según un estudio del Grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo por cada 10.000 toneladas de residuos, la economía circular crea 300 empleos, mientras que la incineración solo uno. La Comunidad de Madrid produce más de 3.3 millones de toneladas de residuos al año, lo que supondría unos 100.000 puestos de trabajo.
Por todo ello, la Comisión Europea ha puesto en marcha un paquete de medidas para impulsar la economía circular, dotado de 5.500 millones de euros de los Fondos Estructurales y 650 millones adicionales vinculados a los programas de I+D+i. Teniendo en cuenta los problemas de gestión de residuos en la Comunidad de Madrid, con varios vertederos a punto de colmatarse y tasas de reciclaje y tratamiento muy alejadas de los objetivos europeos, el paquete de Economía Circular de la Comisión Europea es una clara oportunidad para impulsar un cambio en la política de residuos. La Comunidad de Madrid no puede desaprovechar la oportunidad y debe desarrollar urgentemente una nueva estrategia de residuos que nos aproxime a la economía circular y el horizonte de residuos cero. En ello estamos, si nos dejan.