Artículo publicado en la web de la Fundación EQUO el 10.5.17 con motivo del Día Mundial de las Aves Migratorias
Desde hace años, las organizaciones ambientales, y particularmente las que se dedican a la conservación de las aves, en nuestro país muy singularmente SEO/BirdLife, vienen avisando que el declive de las especies migratorias es alarmante. Estas ONG señalan la urgencia de realizar acciones de conservación para frenar las principales amenazas que sufren muchas especies que crían en España e invernan en África, como la tórtola europea o los alcaudones. Entre los principales riesgos, se destacan el cambio climático, la degradación de hábitat y la caza ilegal, responsable de la muerte o captura de millones de aves cada año solo en nuestra ruta migratoria.
Las aves denominadas transaharianas –que crían en Europa y pasan el invierno en África subsahariana- son las que están disminuyendo más rápidamente, en comparación con especies que son sedentarias o migradoras de corta distancia que invernan justamente en nuestras latitudes en la cuenca del Mar Mediterráneo. Y lo peor es que procesos parecidos se están dando en las aves migratorias de Norteamérica por lo que se trata de un problema ambiental de carácter global.
Según un artículo publicado el año pasado en la prestigiosa revista científica Science, cada año se cazan o capturan ilegalmente entre 11 y 36 millones de aves solo en la región mediterránea. En algunos casos, la caza llega a matar anualmente porcentajes muy significativos de la población de algunas especies, lo que puede poner en juego su futuro, como está ocurriendo con la codorniz o la tórtola europea, declarada Ave del Año 2015 por SEO/BirdLife, justamente por este motivo. No es algo a despreciar tan olímpicamente como suelen hacer las federaciones de caza, porque ya ocurrió en su día la extinción de la paloma migratoria americana por causa de la caza masiva.
Pero este estudio también señala que en la ruta occidental del Mediterráneo, es decir, la que pasa por la península Ibérica, las causas del declive de las aves migratorias parecen centrarse en la degradación y pérdida de hábitat, y especialmente por los cambios de uso del suelo en las zonas africanas de invernada. Entre 1975 y 2000, la agricultura se ha incrementado en esta zona de África en un 57% y se calcula una pérdida anual de cerca de cinco millones de hectáreas al año de áreas naturales para convertirlas en cultivos. A ello debemos sumarle la degradación de los humedales y zonas costeras del Mediterráneo, desaparecidos en gran medida bajo los fenómenos de urbanización galopante ocurridos en todo el litoral.
Finalmente, es imprescindible explicar que el cambio climático está afectando mucho a las aves migratorias, porque se están alterando los momentos en los que se produce la eclosión de los insectos que son vitales para la alimentación de los polluelos de casi todas las aves, lo que genera escasez de alimento durante la época de cría, cuando más se necesita, y una sobrepoblación de insectos cuando las aves aún no han llegado o ya se han marchado.
España juega un papel fundamental en la migración de las aves puesto que buena parte de las aves migradoras de toda Europa occidental atraviesan la península dos veces al año, en primavera y otoño, y otras muchas (las denominadas presaharianas) utilizan España como área de invernada: grullas, petirrojos, pinzones, zorzales o palomas torcaces.
Por ello, todos, instituciones y ciudadanos, debemos trabajar para erradicar los delitos cometidos contra la fauna, especialmente por su caza o captura ilegal, y en general contra la destrucción de sus hábitats. Y tampoco viene mal apoyar el trabajo de las ONG que luchan todos los días del año para conservar las aves y la naturaleza, ya sea prestando nuestro tiempo como voluntarios o pagando una simple cuota anual. Así, cuando admiremos el vuelo de una cigüeña o disfrutemos del canto de un ruiseñor podremos pensar que nuestra humilde contribución está bien empleada.