Artículo publicado el 13 de septiembre de 2020 en eldiario.es
Poco más de un año lleva Isabel Díaz Ayuso gobernando la Comunidad de Madrid. Un mandato que empezó como un sainete, con Ciudadanos y Vox jugando al escondite mientras ella corría de un despacho a otro desesperada por conseguir que se entendieran. Que continuó como una comedia, con una “Ayusada” tras otra haciendo la delicia de tuiteros y espectadores de El Intermedio. Nunca Wyoming habría imaginado un recambio para sus sketch tras la retirada de Esperanza Aguirre y Rajoy como el que ha resultado ser Díaz Ayuso. Pero que puede terminar en tragedia si Ciudadanos no lo evita, porque puede llevar a la ruina a los ciudadanos de la que presume de ser la región más rica de España. Nunca los platillos del mono fueron más peligrosos.
Porque en este año escaso Ayuso ha demostrado ser, más que un escarnio para Madrid, un peligro público. Y no sólo por protagonizar los noticiarios con sus Ayusadas y desbarres de lo más pintorescos. Tantas que sería imposible glosarlas todas en un solo artículo. Sino porque todo ello solo disimula a una fanática ultraliberal de la peor especie, capaz de llevar al desastre a la educación y la sanidad públicas para demostrar que lo que ella llama “colaboración público-privada”, y que en realidad no es más que la privatización de servicios públicos, es la solución a todos nuestros males.
Lo vimos desde los primeros momentos de la pandemia. Lo que para el conjunto de la ciudadanía era un desastre de incalculables proporciones, para los ultraliberales de Ayuso, encabezados por Lasquetty y Ossorio, no era más que la mejor de las oportunidades para dar contratos por el procedimiento de emergencia a todos sus amiguetes, empezando por los menús de comida basura para las familias que se quedaron sin las ayudas de comedor, el pelotazo de Ifema, la surrealista “operación bicho” contra el colapso de las residencias, los contratos de emergencia para pruebas Covid que nadie necesitaba, colapsando los servicios sanitarios, el hospital de pandemias de Valdebebas, etc., etc., etc. Todo ello manteniendo los centros públicos de salud cerrados o sin personal, y a los centros educativos sin planes de contingencia frente al virus, para que resulte bien patente que los servicios públicos sin colaboración privada son un desastre.
Un terrible cóctel aderezado con imágenes obscenas de luto y lágrimas, que pasarán a los anales de la hipocresía política de este país.
Ayuso se ha convertido en la calamidad de Madrid.
Según el diccionario de la Real Academia, la palabra “calamidad” puede tener dos acepciones:
1. Desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas.
2. Persona incapaz, inútil o molesta.
No creo que sea fácil encontrar otra circunstancia en la que estas dos acepciones se puedan ajustar mejor que a la situación que la ciudadanía madrileña está viviendo frente al gobierno de Ayuso. Una persona incapaz, pero que gobierna por obra y gracia de Ciudadanos y Vox para desgracia e infortunio de muchísimas personas.
Ha llegado el momento de que aquellos que la permitieron acceder a la Presidencia de la Comunidad, escuchen a sus votantes y a su conciencia y piensen en lo mejor para su pueblo.