Ha terminado la 25 Conferencia de las Partes de Cambio Climático con una declaración de mínimos muy insatisfactoria, en la línea de estas reuniones multilaterales. A pesar del eslogan de la reunión (Tiempo de Actuar), se ha vuelto a comprobar la enorme brecha entre las demandas de la sociedad civil y de los científicos, y la escasa voluntad de cambio de los gobiernos de algunos países que solo piensan en el crecimiento económico a corto plazo y acuden a estas reuniones con el objetivo de bloquear los posibles avances.
En todo caso, creo que podemos estar contentos con el papel de España y de la Unión Europea en su conjunto, que han recuperado en buena medida el liderazgo internacional en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, se ha puesto de manifiesto que es imprescindible sumar a más países a esta lucha de cara a la decisiva cumbre de Glasgow de 2020, si queremos que ésta alcance el grado de ambición en los recortes de emisiones que demanda la comunidad científica y que no se convierta en otro fracaso. Para ello, es fundamental que el movimiento social global de lucha contra el cambio climático, que se ha visto tan reforzado en los últimos meses por la presencia de la juventud, siga empujando con fuerza en Europa y Estados Unidos y que se extienda a países que van a ser decisivos en Glasgow, como China, India, Brasil, etc.
Y en casa no podemos bajar la guardia, porque la extrema derecha intenta camuflar su negacionismo con un escepticismo trufado de falsas soluciones tecnológicas. La celebración de la COP en Madrid ha supuesto un empujón muy importante para impulsar las políticas locales en la buena dirección. Algo que en el caso madrileño hacía muchísima falta, dadas las veleidades negacionistas de la Presidenta Ayuso y la influencia de Vox en el gobierno de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid. De hecho, la COP ha obrado el milagro de que el señor Almeida, que está suprimiendo carriles bici y zonas peatonales, se pusiera un mono ciclista y se declarase como gran defensor de Madrid Central, incluso apropiándose de un título que no merece y para el que no ha concursado, como es el de European Green Capital, cuyo legítimo propietario en 2019 es Oslo. Vergonzoso hasta el sonrojo.
En todo caso, entramos en un año decisivo, y España tiene que llegar con los deberes hechos a Glasgow. Es urgente que se apruebe una Ley estatal de Cambio Climático ambiciosa, que nos permita recortar las emisiones un 55% en 2030 y llegar a la neutralidad climática en 2040. Necesitamos emprender cuanto antes una transición ecológica justa que no deje a nadie atrás, que mire lo primero por los más débiles. Porque el cambio climático se ceba en aquellos que no pueden escapar de él. En los mayores y en los niños, que son quienes más sufren la contaminación o las olas de calor. En los agricultores y ganaderos, que sufren las sequías y los incendios. En las personas con viviendas humildes, que se inundan cuando llueve torrecialmente o se desbordan los ríos. En los países más empobrecidos por el hiperconsumismo feroz de los países mal llamados “desarrollados”.
Porque o se gobierna hacia una transición ecológica o el cambio climático se nos llevará por delante.