Artículo publicado en el blog Ecologismo de Emergencia de Público.es, el 31 de octubre de 2018
En materia de desarrollo urbano es muy difícil que no haya polémica ante los cambios. En las ciudades somos mucha gente con intereses demasiado diversos como para que no los haya. Un claro ejemplo son siempre los proyectos de peatonalización o de simple limitación a la circulación de vehículos. Aunque a estas alturas de siglo es una evidencia que estos proyectos mejoran el tejido urbano, pacifican el tráfico, estimulan el comercio, y reducen los gases contaminantes, mejorando la calidad del aire que respiramos y de nuestra vida en la ciudad, siempre hay voces, a veces muy ruidosas, en contra de tales medidas. Son asuntos que tocan de cerca a la vida cotidiana de los ciudadanos, y en consecuencia con una facilidad intrínseca para crear polémicas, incluso a partir de informaciones parciales o directamente falsas. Ejemplos en Madrid tenemos a montones: el cierre de la Plaza Mayor, del Retiro, de la Casa de Campo, la peatonalización de las calles del Carmen y Preciados, la calle Fuencarral, recientemente Chamberí Zona 30…
No obstante, sorprende el nivel de ruido y demagogia galopante que están desarrollando PP y Ciudadanos a costa del proyecto de Madrid Central, con exigencias de paralización inmediata y amenazas incluso de recursos judiciales. Sorprende sobre todo porque era un proyecto que ya contempló Ana Botella en 2014, aunque no se atrevió a aprobar, y porque el Plan Azul Plus de la Comunidad de Madrid 2013-2020 ya contemplaba entre sus medidas la implantación de zonas de bajas emisiones y áreas de prioridad residencial, «coincidentes con las zonas más congestionadas por el tráfico o con niveles elevados de algún contaminante», con actuaciones «intensivas» conducentes a «reducir la circulación de vehículos o en su defecto que los desplazamientos privados se realicen con vehículos menos contaminantes» y exigiendo la implementación de estas zonas «en todos los municipios de más de 100.000 habitantes». Exactamente lo que pretende el Ayuntamiento de Madrid con Madrid Central.
Sorprende por tanto la sobreactuación de los representantes del PP, y en especial del presidente de la Comunidad, Ángel Garrido, máximo responsable de este plan autonómico que formula exigencias con una mano que luego pretende paralizar con la otra. Sorprende también la reacción de PP y Cs por lo extemporánea, después de tres años de tramitación -recordemos las patéticas fotos de Esperanza Aguirre protestando por el «cierre» de la Gran Vía-, con los periodos de consultas e información pública cumplidos, a muy pocas fechas de inaugurar la ampliación de aceras de Gran Vía, con toda la señalización desplegada y los decretos municipales publicados. Parecería que se hayan despertado de repente cuando llevan toda la legislatura anunciando un caos que no acaba de llegar.
Pero además, estamos aquí ante una necesidad imperiosa por razones de salud pública. Madrid está superando los límites admisibles de dióxido de nitrógeno desde el año 2010, lo que ha comportado serias advertencias por parte de la Comisión Europea para que se tomen medidas urgentes y concretas. Los cálculos de muertes prematuras por contaminación son diversos, pero en todo caso escalofriantes. El dato de 40.000 fallecimientos en España en 2015, según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, es sin duda ninguna más que excesivo, y a eso, ni la Comunidad, ni el PP, ni Cs están dando una respuesta adecuada.
Desde la llegada al Ayuntamiento de Ahora Madrid, y muy especialmente de Inés Sabanés, miembro y ex-coportavoz de EQUO Madrid como delegada de Medio Ambiente y Movilidad, la lucha contra la contaminación ha sido una constante en el consistorio que puede comenzar a dar sus frutos en breve. Ya se demostró la caída de contaminantes en las últimas campañas de Navidad con la restricción de paso por la Gran Vía. Las estimaciones de los informes realizados por el personal del Ayuntamiento, hablan de reducciones de contaminación del 40%, aunque los vehículos solo disminuyan algo menos del 20%, con subidas de tráfico del orden del 14% en algunas calles, mientras podría disminuir en otras como en el Paseo del Prado o Serrano. Muy lejos del caos apocalíptico anunciado por PP y Cs. Porque Madrid Central no supone el cierre total al vehículo privado, solamente a los vehículos más contaminantes y el tráfico de paso. En superficie solo podrán aparcar los residentes, pero en aparcamiento subterráneo lo podrá hacer la inmensa mayoría de los ciudadanos, y existen excepciones para todo tipo de usos y necesidades. De hecho, habrá que evaluar si estas pocas restricciones son suficientes, o habrá que seguir profundizando en ellas para conseguir el objetivo principal de tener un aire suficientemente respirable en el centro de la ciudad.
Entonces, ¿a qué viene esta desmesurada ofensiva hacia un proyecto que es tan obviamente beneficioso para la ciudad de Madrid? En mi opinión se juntan dos cuestiones. Primera, la oposición frontal a uno de los proyectos estrella del Ayuntamiento de Manuela Carmena, al que PP y Cs siempre han mostrado sus reticencias aunque fuera con la boca pequeña. Pero a medio año de las elecciones no pueden consentir de ninguna manera que este proyecto se ponga en marcha con el 73% de aceptación que marcan las encuestas. Se trata de uno de los proyectos estrella de la legislatura de Carmena, con un impacto enorme (positivo) sobre la vida de los ciudadanos, que se puede traducir en un gran éxito electoral. La estrategia entonces es cargar contra Madrid Central a la desesperada, con todo tipo de gruesos calificativos y anuncio de recursos judiciales absurdos, con la esperanza de manchar el proyecto, aunque sea mínimamente, y que así el éxito del tándem Carmena-Sabanés sea menos rotundo.
Pero hay otra cuestión que atañe muy directamente a la Comunidad de Madrid y que a mí me parece aún más capciosa: hacer el suficiente ruido para ocultar el auténtico gran desastre de la gestión de la movilidad urbana que todas las mañanas sufren los madrileños. La congestión del Metro, por la carencia de personal y material móvil que impide la puesta en circulación de suficientes trenes para atender una demanda que es, naturalmente, creciente. Una consecuencia directa de la tremenda falta de previsión y planificación en la última década por parte de los gobiernos del PP y que se ha visto agravada por la presencia reiterada de amianto en vagones que tienen que retirarse para proceder a su limpieza.
Electoralismo y mala gestión. Dos de las principales señas de identidad de la derecha madrileña, unidas a su intrínseca incapacidad de comprender los proyectos de interés general frente a los intereses privados.
Pero frente al electoralismo rampante y la demagogia galopante del bipartito azulnaranja tenemos las ideas claras: defensa del interés público y de la salud de la ciudadanía. Ideas que se plasman en Madrid Central y que se van a poner en práctica este invierno gracias al proyecto verde de Ahora Madrid, Manuela Carmena e Inés Sabanés.