Artículo publicado en El Asombrario, el 5.09.2018
Cada vez que se habla de la caza surgen los supuestos derechos de los cazadores a practicar su afición. Pero, ¿qué derecho tiene un “aficionado” al canto de los pájaros silvestres a capturarlos y enjaularlos para su particular “disfrute”? Se esgrime una y otra vez la supuesta sostenibilidad de estas prácticas. ¿Pero no es una alternativa mucho más sostenible ir al campo a disfrutar de esos cantos directamente de aves en libertad?
El 17 de mayo de 2018 la Comisión Europea envió a España un dictamen motivado instando a no autorizar más capturas de aves fringílidas silvestres para enjaular por su canto. Se trata de la práctica cinegética conocida como “silvestrismo”, por la cual los “aficionados” capturan machos de una serie de especies y se quedan con los que mejor cantan para meterlos en una jaula y disfrutarlos en casa e incluso realizar concursos entre ellos. Una práctica muy arraigada en algunas regiones de España.
La Comisión dio como plazo dos meses antes de enviar a nuestro país a los tribunales europeos por incumplimiento de las leyes europeas. Para Bruselas no hay dudas: nueve comunidades autónomas (Región de Murcia, Comunidad Valenciana, Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia, La Rioja y Madrid), además de Ceuta y Melilla, han incumplido las obligaciones derivadas de la Directiva Aves. El asunto descansa en que estas aves no se pueden cazar, salvo acogiéndose a unas excepciones muy concretas que en el caso del silvestrismo no se cumplen. Básicamente, porque existen alternativas a la captura de aves salvajes, como son la cría en cautividad y su disfrute en directo en la naturaleza, y porque no se capturan “pequeñas cantidades” como estipula la Directiva, sino cientos de miles de aves.
Como respuesta algunas comunidades, como Murcia, Castilla-La Mancha y Andalucía, han anunciado el cese inmediato de esta actividad. Por el contrario, otras, como la Comunidad de Madrid, han decidido continuar dando autorización a la captura de miles de pájaros este año también. Un desafío manifiesto a las instituciones europeas que seguramente pagaremos entre todos, en lugar de los auténticos infractores.
Según los datos oficiales de la propia Consejería, entre 2010 y 2016 se enjaularon en Madrid un total de 205.401 pájaros por parte de unos 1.500 “aficionados”. Más de 130 pájaros por persona en siete años. 125.760 fueron jilgueros, 54.280 pardillos y 25.361 verderones, las tres especies que se han venido autorizando por parte de la Comunidad de Madrid. Además se soltaron tras su captura otras 17.266, supuestamente por no ser del gusto de los “aficionados”. Esto son las cifras “legales”, pero por supuesto existe un furtivismo asociado que se refleja en decenas de denuncias por todo el territorio y decomisos de pájaros capturados ilegalmente todos los años, incluidas especies no autorizadas como el pinzón, el verdecillo, el picogordo o el lúgano, como demuestran los registros de entrada de los centros de rescate de fauna.
Pero más allá de la polémica jurídica, sigo preguntándome si es legítimo privar de libertad a miles de pájaros silvestres todos los años por el mero capricho de unos “aficionados” a su canto, que no dudo que aman muchísimo a las aves, pero desde una óptica que se aproxima mucho al amor del torero por el toro, o del cazador por el corzo al que abate con su rifle.
En pleno siglo XXI, aparte de los canarios domésticos y otras aves criadas en cautividad, si te gusta el canto de las aves siempre se puede recurrir a oír discos o ver documentales; o aún mejor a observarlas y escucharlas en el campo, en libertad, que es donde deben estar.