Artículo publicado en El Asombrario el 26.03.2020
Los partidos verdes llevamos años reclamando un cambio de modelo socioeconómico que nos permita compatibilizar nuestra existencia con la supervivencia del planeta. La insostenibilidad de nuestro modelo de producción y consumo, de usar y tirarlo todo y a toda velocidad, sin considerar el coste ni la huella ecológica, es un hecho que está presionando las costuras de la biosfera hasta sus límites de resiliencia.
Hace tiempo que llevamos diciendo que o iniciamos por las buenas una transición ecológica hacia otro modelo realmente sostenible y con justicia social, o terminaremos haciéndolo a la fuerza y de mala manera, con las peores consecuencias sociales para la economía y para el empleo.
Y en esto que, justo cuando Europa y España empezaban a reconocer la necesidad de iniciar una transición aunque fuese tímida hacia un modelo económico bajo en carbono, llega el coronavirus y nos deja encerrados en casa, sin poder coger coches o aviones, reduciendo los desplazamientos diarios hasta un 75%, reduciendo drásticamente las emisiones y la contaminación del aire, y aumentando exponencialmente el teletrabajo obligado.
Nos encontramos con una especie de transición forzada en tiempo récord para evitar las consecuencias mortíferas de una pandemia. Las consecuencias económicas van a ser terribles, pero convendría obtener las enseñanzas sociales necesarias para aprender cómo realizar una transición gradual, pero mucho más rápida que la planteada hasta ahora por el gobierno español, hacia otro modelo social y económico cuando la situación se normalice.
La terrible pandemia, que vamos a superar como comunidad, nos deja un mensaje nítido: tenemos la oportunidad de ensayar modos de vida más lentos, menos consumistas y con menos necesidad de movilidad motorizada.
Porque no olvidemos que la comunidad científica lleva tiempo advirtiendo que con el cambio climático nos espera un escenario igual de duro o peor que el que estamos viviendo. Pero en lugar de ser temporal, como esperamos que sea este confinamiento, será crónico y agravándose cuanto más retrasemos la inevitable transición. Este mismo año hemos comprobado en nuestras propias carnes lo que la catástrofe climática puede llegar a suponer, con el desastre del Mar Menor, incendios terroríficos en Canarias o inundaciones nunca vistas en el Mediterráneo. Hemos tenido la fortuna de no tener que lamentar muchas víctimas por estos sucesos meteorológicos extremos, pero los avisos y las señales están ahí, así que conviene que, en cuanto podamos, iniciemos una transición rápida y drástica pero, con las lecciones aprendidas, más ordenada que a la que ahora nos ha obligado el coronavirus.
Estamos dejando claro que en caso de necesidad podemos prescindir de muchas cosas que nos parecen irrenunciables. Si hay tanta gente que puede teletrabajar, ¿por qué empeñarnos en desplazarnos decenas de kilómetros diarios en coche privado? ¿Son necesarios tantos vuelos cada día, muchos de ellos domésticos? ¿Por qué no podemos reducir la jornada laboral y dedicarle más horas al ocio y la familia?
La emergencia sanitaria del coronavirus está poniendo a prueba muchas cosas, y no sólo el modelo sanitario. El avance de la digitalización y el uso de las redes telemáticas se muestra como un elemento clave para poder prescindir de viajes y reuniones presenciales muchas veces superfluas y enormemente costosas.
Sin duda, las consecuencias económicas para muchos sectores van a ser terribles. Pero también tenemos la oportunidad de demostrar que los Estados y la Unión Europea son lo suficiente robustos como para resistir el embate de la pandemia y establecer medidas de mitigación potentes que pongan a salvo a la población, empezando por la que puede ser más castigada por la subsiguiente crisis económica.
Tenemos la oportunidad de dejar de considerar los servicios públicos como un gasto económico en lugar de como inversión social imprescindible. Y sobre todo, tenemos la oportunidad de tomar conciencia de la fragilidad de nuestra especie y nuestro modelo socioeconómico y buscar alternativas de verdad sostenibles.
Vamos a reconstruir este país y el continente sobre bases sociales y ecológicas.
Alejandro Sánchez es diputado de EQUO-Más Madrid en la Asamblea de Madrid